Al bajar la escalera, oyó en el recibidor una tosecilla conocida, aunque no muy clara, porque la ahogaban sus propios pasos. Esperaba haberse equivocado, y se detuvo un instante con la esperanza de que se había engañado; conservó esta esperanza hasta el momento en que vio a un hombre de alta estatura que se quitaba la pelliza mientras tosía.
lunes, 26 de abril de 2010
¡Hijo de Puta!
Tu chamarrota con portada de Wehrmacht no tiene madre...
otro haiku??? jaja
ResponderEliminarla verdad sta chida