Al bajar la escalera, oyó en el recibidor una tosecilla conocida, aunque no muy clara, porque la ahogaban sus propios pasos. Esperaba haberse equivocado, y se detuvo un instante con la esperanza de que se había engañado; conservó esta esperanza hasta el momento en que vio a un hombre de alta estatura que se quitaba la pelliza mientras tosía.
lunes, 29 de noviembre de 2010
Ho Chi Minh en llamas.
La conversión al comunismo no era una moda ni una locura momentánea; era la expresión sincera y espontánea de un optimismo surgido de la desesperación; una abortada revolución del espíritu, un Renacimiento fracasado, una falsa aurora histórica. Sigo creyendo que ser atraído por la nueva fe era un error honroso. Estábamos equivocados, pero nuestros motivos eran justos; y todavía pienso que, con pocas excepciones (Mencionando a Bertrand Russell y a H. G. Wells), los que repudiaron la Revolución rusa desde el primer momento lo hicieron en su mayoría por motivos que eran menos honrosos que nuestro error.
Hay una enorme diferencia entre un amante decepcionado y los que no pueden amar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario